El Realismo mágico y lo Fantástico en la novela y el cuento
El Realismo mágico
Para que la novela no se vuelva aburrida debido a que las historias son repetitivas, a su extensión y a su dificultad, el narrador pone en práctica la técnica del realismo mágico, buscando plantear una subjetividad y no hacer vacilar al lector.
Podemos apreciar que en Cien años de soledad el narrador relata de manera natural cómo los vivos hablan con los muertos, la mujer cuya risa ahuyentaba a las palomas, la llegada del cadáver del padre de Fernanda del Carpio, así como el traslado final del último Buendía cargado por hormigas.
El cuento Fantástico
En “Circe”, en cambio, los hechos no se explican a través de lo mágico: no tienen explicación coherente, ya que es un relato fantástico.
Lo fantástico según T. Todorov:
“En primer lugar, es necesario que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales y a vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos evocados. Luego, esta vacilación puede ser sentida también por los personajes; de tal modo, el papel del lector está, por así decirlo, confiado a un personaje y, al mismo tiempo, la vacilación está representada, se convierte en uno de los temas de la obra (...) finalmente, es importante que el lector adopte una determinada actitud frente al texto. Deberá rechazar tanto la interpretación alegórica como la interpretación ‘poética”
Las descripciones o retratos de personajes son sombríos y misteriosos. En Delia se destaca su vestimenta, antes muy clara y ahora, después de las muertes, negra, con un eterno luto:
“Los Mañara encontraban injustificado el luto por un novio, hasta Mario hubiera preferido un dolor sólo por dentro. Era penoso presenciar la sonrisa velada de Delia cuando se ponía el sombrero ante el espejo, tan rubia sobre el luto .”
Mario, un hombre de bien, rompe lo normal ya que es extraño que se enamore ciegamente de una chica que nunca le demuestra cariño, que viste de negro y que además se comenten rumores de que ella envenenaba a sus novios. Para empeorarlo, Mario no se asombra, sino que culpa a sus familiares y vecinos de ser unos “chismosos” defendiéndola completamente. Además, Mario toma con total tranquilidad el hecho que cuando él visita la cocina de Delia vea:
“A su espalda, desde la cocina donde había encontrado al gato con las astillas clavadas en los ojos, todavía arrastrándose para morir dentro de la casa, oía la respiración de los Mañara levantados, escondiéndose en el comedor para espiarlos, estaba seguro de que los Mañara habían oído y estaban ahí contra la puerta, en la sombra del comedor, oyendo cómo él hacía callar a Delia. Aflojó el apretón y la dejó resbalar hasta el sofá, convulsa y negra, pero viva. Oía jadear a los Mañara, le dieron lástima por tantas cosas, por Delia misma, por dejársela otra vez y viva.”