Funciones constructivas
Una posible función constructiva es la similitud en su sintaxis.
Las oraciones incluyen proposiciones subordinadas y coordinadas. En Cien años de soledad, esta sintaxis, es el reflejo de cómo está escrita toda la obra: con episodios variados dentro de otros episodios, repitiendo las historias de los personajes, las de las seis generaciones de los Buendía. Mientras en que Úrsula trabaja con sus caramelos para el insomnio, se menciona esta característica fundamental de la novela:
“Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si quería que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no habían pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador les decía que no había pedido que contestaran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados, el narrador decía que no había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, por que el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.”
Se puede observar que el texto citado está narrado en discurso indirecto. Durante la inmensa oración, no se menciona quién es ese narrador “oculto”. El texto le crea confusiones al lector ya que repite constantemente la misma frase. Podemos observar que está repleto de Construcciones Endocéntricas verboidales del infinitivo como por ejemplo “conversar sin tregua”. También, hay frases verbales como “había pedido”. Las proposiciones incluidas que predominan en el texto son: sustantivas, “que no había pedido que dijeran que si” y adverbiales, “cuando contestaban”.
Además se puede corroborar con el ejemplo, lo cíclico y la tendencia a lo interminable, a través de las palabras clave como “infinito” y “círculo”. La sintaxis provoca ese “juego perpetuo” que pareciera no acabar jamás.
La misma característica se observa en el desenlace de “Circe”, con una oración con proposiciones y enumeraciones que dan la sensación de que la historia no terminara allí:
“Cuando le tiró los pedazos a la cara, Delia se tapó los ojos y empezó a sollozar, jadeando en un hipo que la ahogaba, cada vez más agudo el llanto, como la noche de Rolo; entonces los dedos de Mario se cerraron en su garganta como para protegerla de ese horror que le subía del pecho, un borborigmo de lloro y quejido, con risas quebradas por retorcimientos, pero él quería solamente que se callara y apretaba para que solamente se callara; la de la casa de altos estaría ya escuchando con miedo y delicia, de modo que había que callarla a toda costa.”
En las dos obras se destaca el uso de reiteraciones que justamente se relacionan con la reincidencia de Delia al envenenar a los novios y con la insistencia de Úrsula para fabricar sus “caramelitos del insomnio”.